Plaza San Sebastián - Loja

Rodeada por construcciones coloniales con amplios portales, balcones de madera tallada y aleros con modillones, su glorieta de estilo tradicional es utilizada como plataforma para eventos varios y en el centro se ubica una torre de 32 metros de altur

La histórica Plaza San Sebastián o  Plaza de la Independencia indica el lugar donde se se proclamo la Independencia de la Corona Española, el 18 de noviembre de 1820.

  • La tradicional Iglesia de San Sebastián,
  • La alta Torre de San Sebastián o Torre del Reloj de San Sebastián
  • Y la Glorieta de San Sebastián son los puntos de interés destacados de esta plaza.

El monumento a la Independencia de Loja, también conocida como Torre del Reloj de San Sebastián, es una estructura conmemorativa ubicada en la plaza de San Sebastián (o de la Independencia), de la ciudad de Loja. Concebida para rendir tributo a la independencia de la urbe y su zona de influencia, hecho acaecido el 18 de noviembre de 1820, está considerada como uno de los más sobresalientes atractivos de la ciudad.

Descripción
La torre, de 32 metros de alto y estilo art déco, se encuentra coronada por un reloj público de cuatro esferas, una a cada lado de la estructura. En su base se pueden apreciar cuatro sobrerelieves de bronce que rememoran la historia del territorio lojano: cuando fue habitado por los paltas y bracamoros, cuando constituyó la gobernación española de Maynas y Yaguarzongo, la Independencia de 1820, y finalmente cuando se instauró el Gobierno Federal de Loja durante la crisis política que casi llevó a Ecuador al borde de su desaparición.

Historia
Con 32 metros de altura, el Monumento a la Independencia, en la plaza de San Sebastián, fue construido en 1950 en la alcaldía del doctor Alfredo Mora Reyes y constituye un emblema para los lojanos. La torre, con el reloj de cuatro esferas en lo alto, es considerada un distintivo de la ciudad y los cuatro relieves de bronce de su base son todo un viaje al pasado.

Ellos plasman el significado de la historia de Loja y su decurrir: en el bronce están representados los aborígenes Paltas y Bracamoros, la Gobernación de Mainas y Yaguarzongo, la Independencia de Loja en 1820 y la institución el Gobierno Federal de Loja, bajo el liderazgo de Manuel Carrión Pizano, cuando Loja proclamó su autonomía en medio de una crisis política que llevó al país al borde de su desaparición.

La torre es un símbolo del movimiento de los lojanos para alcanzar su independencia y emancipación política el 18 de Noviembre de 1820 y se ha convertido en la mayor insignia que tiene Loja de su lucha y proceso por alcanzar su libertad.

Rodeado de una arquitectura histórica de colores atrayentes, este monumento tiene a su alrededor la iglesia de San Sebastián y construcciones de madera con balcones de épocas de antaño. La estructura arquitectónica ha sido y es el escenario ideal para espectáculos artísticos y culturales, propios de una ciudad con muchos músicos, danzantes y escritores.

Noviembre y diciembre son los meses con mayor presencia en las fiestas, concursos y entretenimientos, alrededor de la torre, con juegos pirotécnicos y la participación de instituciones educativas y musicales, que a lo largo de los años eligen estas fechas para celebrar la independencia y fundación de loja.
Este lugar, hoy en día, es el escenario adecuado para que las principales autoridades den sus discursos, no sólo en las fechas festivas de loja, sino a lo largo del año.

La torre de San Sebastián y sus construcciones aledañas despiertan interés en nativos y visitantes por una arquitectura que destaca y una historia que describe el cómo Loja logró su liberación.

Escenario de encuentros ferias y memoria popular

Max Peralta camina a diario por la Plaza de San Sebastián para llegar a su trabajo y, como lo comenta, es inevitable levantar la vista para mirar la hora en la torre imponente ubicada en el centro de este lugar.

Aunque hay otros sectores por las cuales podría llegar a su destino, él elije las calles Bolívar y Marcadillo por todo lo que tienen, pero sobre todo por las anécdotas que recuerda de su niñez y juventud.

Caminar junto a la torre es el momento ideal para recordar vivencias junto a sus amigos y familiares de hace muchos años, para recordar cosas que ya no están y a las personas que se encargaban de entretener a los más pequeños al salir de la misa e indicarles el valor histórico de la torre.

Pero destaca que lo que persiste aún son los juegos de los infantes al salir de la escuela, igual que hace décadas atrás, cuando alumnos de los planteles Miguel Riofrío y colegios cercanos salían luego de una jornada de estudio a la Plaza de San Sebastián y a su torre, para compartir momentos amenos.

“Casi no hay un lojano que no tenga un recuerdo de la torre en la Plaza, más aún las generaciones que crecimos con San Sebastián como punto de encuentro y en mis épocas de estudiante no había un docente de historia que no nos hablara del rol de la torre en el proceso de Independencia”, acota.

Años atrás, al igual que en la actualidad, los alrededores de la torre de San Sebastián eran un lugar de comercio y en especial los fines de semana se vendía infinidad de productos, sobre todo a quienes acudían luego de escuchar la misa.

En algunas semanas se efectuaba las ferias ganaderas, que incluían la exposición de vacas, cerdos, gallinas entre otros animales propios del campo lojano.

Victor Minga, docente, destaca que junto a la torre se podía encontrar un sinnúmero de ventas, como empanadas, canguiles, tamales o las tradiciones humitas lojanas. Así también, décadas atrás la feria por la Fundación de Loja, que hace algunos años se efectuaba en el Parque Infantil, en ese entonces se daba en los alrededores de la torre de San Sebastián y era una de las más esperadas por los ciudadanos.

“En las noches esto era un punto de encuentro y se contaba con las denominadas retretas, como se llamaba a la música a cargo de la banda de la Zona Militar y con la cual los lojanos participaban de los bailes típicos por la Independencia de la ciudad”, indica Minga.

Antes de la construcción de la torre, en 1950, el lugar era una plaza posiblemente con más público que en la actualidad, donde se disfrutaba de las tradicionales rondas, a cargo de niños y adultos y las personas observando desde los balcones y calles aún de tierra.




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