Huiña Huilli

Una asombrosa historia de hombre adicto al juego que en su camino escucha el llanto de un bebé y se detiene para ayudarlo. ¿Qué sorpresa le aguarda al seguir los lamentos de éste recién nacido?

¿Qué debes saber?

Esta leyenda es contada por los habitantes de  Cotopaxi, Bolívar y Tungurahua que son las provincias del Ecuador que mantienen esta leyenda, hay algunas variaciones en la  leyenda de la sierra.

personaje importante de ésta historia es un hombre que es un tahúr. es decir, un jugador de cartas experto a quien además le fascinaba hacerles trampa a sus contrincantes.

Historia Huiña Huilli 

Cuenta la historia en Bolívar, una noche José salió de la cantina con los bolsillos repletos de monedas. Los lugareños hartos de las trampas de José, le entregaron un bote de vidrio lleno de luciérnagas, para que de esa forma todos pudieran ver que se acercaba al pueblo y así correr a esconderse en sus casas para no toparse con él.

Mientras caminaba cerca de la quebrada de Las Lajas, escuchó claramente los lamentos de un recién nacido. A José poco le importaba el sufrimiento de los demás. A pesar de ello, el llanto del bebé era tan fuerte que no pudo más que seguir el rastro del sonido, para socorrer.

En lo que iba bajando por la colina, dejó caer el frasco de luciérnagas, dejándolo en completa oscuridad. Luego halló al pequeño, lo cubrió con su capa y en ese momento la criatura dejó de llorar.

Ya de regreso, José se dio cuenta que la parte de su cuerpo en donde se estaba recargando el niño, empezó a calentarse de manera desmedida. De inmediato, trató de soltar al niño en el suelo, más en ese momento sintió como una puntiaguda garra se le clavó en el abdomen.

Posteriormente escuchó una voz grave y profunda que le dijo:

“Te tengo, ahora eres mío y te devoraré”.

A lo que José tartamudeando le contestó:

– ¿Por qué? Si yo no te he hecho nada. Inclusive acabo de salvar tu vida.

– Eres una persona muy egoísta y la gente como tú merece la muerte. Replicó la horripilante criatura.

El hombre nuevamente suplicó por su vida hasta que se desmayó del enorme pavor que sentía. Al día siguiente, lo despertaron los rayos del sol de la mañana. En cuanto se levantó del suelo, volvió a escuchar el llanto de aquel niño.

José supo que no se había tratado de ningún sueño, ni de alucinaciones causadas por las bebidas alcohólicas. Prometió portarse bien y no volver a tomar el resto de sus días.




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