De cómo en la batalla de Galte salvé la vida de mi hermano

Historia que marca momentos en la vida de los ecuatorianos con el combate del Galte.

Historia de la Batalla de Galte

La historia que vamos a narrar se desarrolla en lo que hoy constituye la cuenca del Río Chanchán,  en su parte Noroccidental, en el nudo de Tiocajas, límite natural de los cantones Alausí y Guamote. Estos sectores desde tiempos inmemorables fueron los pasos obligados tanto para la actividad comercial como para las actividades guerreras, muy frecuentes en esos tiempos. Tiene como protagonistas a muchos personajes de la vida pública nacional, pero nos ocuparemos en particular de tres jóvenes, nietos del capitán  José Antonio Pontón, máximo representante de la gesta libertaria que tuviera Alausí. Me refiero concretamente a los jóvenes Víctor, Darío y Pedro Virgilio Fiallo Pontón, hijos del comandante Félix Fiallo Pontón y doña Felipa Pontón Jijón. Estos tres jóvenes tuvieron una destacada actuación en la batalla de Galte. Víctor y Darío como entregas militares y Virgilio, por sus conocimientos profesionales de médico.

Es necesario puntualizar antecedentes que permitieron la realización de esta batalla. En el año mil ochocientos setenta y seis, había sido electo presidente a la República el dr. Antonio Borrero, de quien se esperaba un cambio saludable en el manejo del Estado, dados sus antecedentes liberales, la energía con que había combatido al régimen de García Moreno y la Constitución de mil ochocientos sesenta y nueve. Pero el dr. Borrero, una vez en el poder, declaró que al asumir, había jurado defender esa Constitución. Esta decisión, como era de esperar, causó profundo malestar dentro de las filas liberales a tal punto que decidieron organizar ejércitos y nombrar como Jefe Supremo de la nación al General don Ignacio de Veintimilla.

Querían consolidar este gran movimiento y trataron de reunir lo más representativo de los liberales, convocando también al General Urbina, que se encontraba en ese entonces en la ciudad de Lima, así como también al coronel Víctor Proaño y Víctor Fiallo. Todos ellos se pusieron a órdenes del Jefe Supremo y principiaron a trabajar con eficacia. Saliendo hacia la Sierra divididos en dos ejércitos; el uno por Babahoyo y el otro por Yaguachi. Estos ocurría el cinco de diciembre de mil ochocientos setenta y seis, al mando del General José María Urbina y aprovechando de la línea férrea que había construido el Presidente García Moreno. Llegaron hasta el sector “La Abundancia”, hoy conocido como ingenio Rocafuerte. Al siguiente día avanzaron hasta el puente del río Chimbo, siendo este ejército recibido en la hacienda Cayandeled de propiedad de la familia Fiallo Pontón,  donde despostaron cuatro bueyes y se molió caña suficiente para el dulce guarapo que calme la sed a la vez que se les sirvió unas pocas copas de aguardiente. Preguntados los jóvenes Fiallo, lo que se les debía abonar contestaron: “Nada mi General, nosotros no somos negociantes y nos creemos con la obligación de sacrificar hasta la vida para conseguir el engrandecimiento de la Patria querida”. El General Urbina, les agradeció en términos encomiásticos que valían más que el dinero.

De esta hacienda continuaron la marcha ascendiendo a la cordillera por terrenos boscosos y llenos de fango, conducidos por doce expertos hombres, todos ellos peones de aquella hacienda y conocedores profundos de toda la topografía andina. Pese al enorme esfuerzo no lograron concluir el ascenso y tuvieron que acampar  dentro del bosque desde luego con las seguridades del caso. Al romper la aurora del siguiente día, continuaron la marcha con las mismas precauciones y avanzaron hasta la hacienda Alpachaca, propiedad de la familia Fiallo, de donde continuaron al pueblo de Alausí, que estaba defendido por un regimiento de caballería de quinientos hombres. Al ver llegar al ejército que venía de la Costa y a una distancia de unos cinco o seis kilómetros, desocuparon precipitadamente el pueblo.

Aquí descansaron y recuperaron las fuerzas durante tres días, ocupando el General Urbina y su Estado Mayor, una casa de la familia Fiallo, quienes se esmeraron para que la estadía de estos valientes soldados sean de los más placentera. Aquí en Alausí, fueron informados que las tropas gubernamentales del Presidente Borrero, cuyo número pasaba de tres mil soldados, se habían movilizado en dirección de nuestra ciudad, utilizando para tal efecto la carretera “García Moreno”, que cruzaba sobre la cordillera Occidental de los Andes. Con este aviso el General en Jefe, convocó al resto de oficiales y una vez reunidos se dirigió a ellos en los términos siguientes: “He ordenado que se les convoque a ustedes para llenar una disposición del Código Militar, haciéndoles conocer que el enemigo ha movilizado sus fuerzas de Guamote y  avanzan a la hacienda Galte, que dista de esta plaza una pequeña jornada y como el terreno que nos encontramos les proporcionaría ventajas en un combate, conviene salir al encuentro en busca del enemigo para batirlo; pero siendo desconocido la topografía del terreno por falta de tiempo para explorarlo, conviene que nuestros abnegados jóvenes Fiallo, que ya han combatido desde mil ochocientos sesenta y cuatro como liberales, nos guíen a una posición en que pudiéramos inutilizar el fuego de artillería del enemigo, puesto que este cuenta con infantería, caballería y artillería. Mientras nosotros solo disponemos de infantería y dirigiéndose a los jóvenes les dijo: ¿Podrían ustedes llenar el deseo que acabo de manifestarles!; el joven Víctor, le contestó: ¡ Cómo no mi General!; siempre que desde usted se sometieran a nuestra dirección. Como la contestación fuera afirmativa y diciéndoles que ellos serían dueños de  las glorias del triunfo y en caso contrario, cargarían con la ignominia de la derrota”.

Enseguida se ordenó que el Teniente Político de Tixán, marchara inmediatamente a su parroquia con las mujeres de los soldados, comprara cuatro reses, las hiciera despostar y levantara fogatas en las cuatro esquinas de la plaza, para preparar el rancho del ejército.  Hizo también propalar la noticia que éste acamparía en ese pueblo para de esta manera distraer la atención del enemigo y hacerle pensar que la tropa se estaba preparando para entrar en combate. El ejército en realidad todavía se encontraba en Alausí y la intención era subir la Cordillera Occidental. Dada la orden con la prontitud debida, salió la División, a las cuatro de la tarde con dirección al Norte y acampó en las haciendas de Conventillo y Cochapamba,  propiedades de la familia Fiallo. Cerca a la carretera levantaron el campamento a las cuatro de la mañana del quince de diciembre. Amanecieron en aquel camino y fueron dueños del primer triunfo, impidiendo que el enemigo se posesionara de Santa Rosa, verdadera fortaleza que se levanta en la carretera, para impedir que pasara un ejército sin ser diezmado; y por fin, porque cualquier maniobra se podría ejecutar sin dificultades por ser terreno plano.

Reunidos en ese sector, los soldados que subían por el escarpado, se formó dos divisiones compuestas de hombres formados al fragor de las luchas. Una de las divisiones estuvo al mando del coronel Víctor Proaño, comandante Mariano Suárez y el joven Darío Fiallo. Se dispuso que marchara una patrulla de espionaje a una distancia de veinticinco metros en completo silencio y que al divisar al enemigo diera aviso arrojando el sombrero por los aires e inmediatamente regresara a unirse al resto de combatientes. Estos exploradores cubrieron los flancos al mando del comandante Suárez y con el joven Darío Fiallo, que con el resto de la patrulla iba protegiendo el avance de la primera división. La segunda división  al mando del General en Jefe, avanzaba por un sendero que constituía el antiguo camino, es decir iban formando una paralela.

A las doce del día, se rompieron los fuegos y los primeros en intervenir fue la patrulla del coronel Víctor Proaño, quien conjuntamente  con el joven Darío Fiallo, que era el conocedor de estos lugares, se habían ubicado en forma estratégica y después de un cuarto de hora de fuego nutrido, el combate se generalizó, obligando a las tropas gobiernistas que al mando del afamado Landázuri, héroe de muchas batallas, abandonara sus posiciones ventajosas y se replegara. No contento con esto, fueron en su persecución y con un movimiento envolvente rompió los fuegos a quema ropa, de manera tan nutrida que le obligó a retirarse dejando más de veinte bajas.

Enseguida se generalizó la lucha en el campo de batalla con tanto ímpetu y bravura que, no se interrumpieron las descargas por cuatro horas seguidas, hasta que la caballería enemiga que llegaba por la carretera antigua venía a respaldar a sus amigos. Al desembocar a la primera curva los coroneles Proaño y Fiallo, habían ubicado cincuenta tiradores de los más expertos, quienes a una orden echaron a tierra a jinetes y caballos del primer grupo que asomó. Los demás llenos de asombro retrocedieron y se retiraron dispersos, lo que aprovechó la infantería y los derrotó por completo. Tomaron prisioneros al General en Jefe y más colaboradores.

De los ejércitos liberales salieron heridos el primero y el tercer jefe, el segundo quedó muerto en el campo del honor. El primero perdió completamente la pierna derecha.

En lo que se refiere el tercer jefe que era Darío Fiallo, en el fragor de la batalla fue gravemente herido en la parte occipital de la cabeza,  recorriendo el proyectil por el lado posterior del cuello, que envuelto en el cabello del herido fue a descansar en la primera vértebra de la columna dorsal. En este mismo regimiento formaba parte también el dr. Virgilio Fiallo Pontón. En mil ochocientos setenta y seis, ya estaba radicado en Alausí, constituyéndose en el primer médico en ejercer la profesión en este lugar. En diciembre de ese mismo año , se unió al ejército del General Urbina y acompañó a sus hermanos Víctor y Darío a la Batalla de Galte. Aquí pudo asistir a muchos heridos producto de esta encarnizada batalla, pero la prueba más difícil y que desde luego constituye la hazaña más sobresaliente de su vida profesional la tuvo que cumplir justamente con su hermano herido. No contaba con los elementos indispensables para atender la gravedad de la herida, lo  más difícil aún, el lugar en que se había alojado el proyectil. No le quedó más remedio que encomendarse a la Divina providencia y confiando en sus innegables atributos de cirujano, se dispuso a operar en las condiciones más deprimentes y en el pleno campo de batalla. Felizmente los resultados fueron satisfactorios, pudiendo los hermanos Fiallo Pontón, estrechar sus manos y felicitarse por el resultado de la batalla.

Al día siguiente marcharon hacia Riobamba para saludar al General Jefe Supremo de la República, Ignacio de Veintimilla, quien al encontrarse con el General Urbina y darle un fuerte abrazo y felicitarle por el triunfo de Galte le preguntó; ¡ Cómo se portaron nuestros jóvenes Fiallo!. Este le contesto: “han sido nuestros guías, nuestro brazo derecho, en una palabra nuestra providencia, sin ellos no habríamos tenido Galte”.

Marchó el Jefe Supremo a la capital y les extendió el ascenso a Tenientes Coroneles, con la antigüedad del Combate de Galte.

He aquí la verdad de los hechos que deben figurar en la historia del partido liberal, para que los ecuatorianos recordemos la Batalla de Pichincha, como la redentora del país y la de Galte como una de las principales de nuestra vida  política.




Publicado en:


Publicado por: