La Nariz del Diablo o del tributo de admiración a sus obreros

Una admiración los trabajadores que hicieron posible la construcción del ferrocarril transandino.

¿Qué debes saber?

Si algún día llegare algún magistrado  a trasmontar con el ferrocarril la cordillera de los Andes,  este magistrado  será más grande que los Andes  (Antonio Flores Jijón )

La historia vial del país se desenvolvía con mucha dificultad.  Los viajeros tenían que soportar muchas penalidades; caminos difíciles y solitarios impedían la movilización humana, ya por el tiempo o los asaltantes, pues el bandolerismo se extendía por todas partes,  razón que obligaba a conformar caravanas para protegerse de tal amenaza.

 La idea de la construcción del ferrocarril trasandino, vino a constituirse en la esperanza de los viajeros y comerciantes.  Mucho esfuerzo y sacrificio tuvieron que desplegar los gobiernos, desde García Moreno hasta Leonidas Plaza, todos se empeñaron por cumplir con este anhelo.

Su construcción no tuvo mayores dificultades en la parte plana y que corresponde a la región Costa. Los problemas comenzaron a surgir cuando se tuvo que decidir el ascenso a la región Interandina, puesto que; inicialmente se había comenzado los trabajos por el rumbo de Chimbo y Guaranda, lo que no fue factible por encontrar en su trayecto terreno volcánico.

Cambiada la ruta,  siguieron el trayecto del impetuoso río Chanchán.  La configuración de su orografía no detuvo la construcción, que seguía adelante en medio de ensordecedores estampidos de la pólvora, el rechinar de los rieles y el repicar de los martillos.  Faldeando las montañas poco a poco se iban internando por un angosto cañón. Cada kilómetro que se internaban iba cerrándose más la ruta. El río también parecía interponerse en el camino, cruzándose de un lado al  otro, cual astuta fiera que trata de hacer presa a sus víctimas. Los constructores no hacían más que tender puentes y más puentes en cada kilómetro.

El ferrocarril seguía su ruta cada vez más escabrosa hasta llegar a Pistishí,  luego de haber atravesado tres túneles. En este lugar los constructores se encontraron en un callejón sin salida por la  dificultad mayor de la montaña, a eso se sumaba la particularidad, que en este sector confluía el río Guasuntos con el río Alausí, formando el río Chanchán.  En este lugar sobresale el gran pico de la cordillera andina, llamado Nariz del Diablo, cuyo inmensa figura tuvo razón de llamarse así y donde se desarrollará la mayor parte de la leyenda que vamos a relatar.

Los ingenieros se enfrentaban con esta gran muralla y los correntosos ríos que  corren por sus costados. Se hallaban ante un difícil dilema; encontrar la manera que les permita vencer este elevado pico.  Luego de muchas consultas y estudios no les quedó otra alternativa que trazar un zig-zag para que el ferrocarril pudiera ascender a la altura necesaria y así poder llegar a Alausí.

Se tenía la costumbre y así  comentaba don Daniel Barragán, uno de los primeros trabajadores en su construcción, que para evitar el paludismo, enfermedad que asolaba a todos, cogían de compadre al árbol de matapalo y provistos de una botella de aguardiente, los soplaban y a continuación se embriagaban entre los compadres.  Cuenta también don Daniel, que el encontrarse en la Nariz del Diablo y viendo semejante promontorio y con la finalidad de que no le pase nada, conjuntamente con su amigo Nereo Yedra, se propuso coger también de compadre al cerro y dispuesto a cumplir con su objetivo, y provisto de una botella de licor se acercaron a la montaña, cuando coincidencialmente rodó una piedra,  produciéndole una rotura de cabeza que obligó a suspender la ceremonia del compadrazgo.

Previniendo la dificultad, para vencer la resistencia de la montaña se contrató a indios, algunos mestizos, esclavos jamaiquinos y algunos  europeos, sacados de las cárceles con el compromiso de que si sobrevivían a los trabajos que iban a realizar, obtendrían su libertad.

En el sector de Pistishí, en un triángulo formado entre los dos ríos y la montaña; levantaron el campamento, provisto de todas las seguridades y servicios; puesto que se trataba en su mayoría de ex presidiarios y desde luego otros que seguían cumpliendo sus penas.  La mayor parte del personal destinado a la custodia de los trabajadores, les habían dotado de suficientes armas, para evitar una posible fuga o tal vez algún amotinamiento. Uno de los jefes, más concretamente Mr. John Shee, era un verdadero armerillo (persona provista de dos pistolas, carabina, machete, puñal) que al primer intento de sublevación, los mataría  sin ningún escrúpulo.

Y comenzaron  los trabajos por estas agrestes rocas, utilizando para el efecto grandes barrenos con los que perforaban la roca  y luego colocaban los cartuchos de dinamita. La forma de trabajo era la siguiente: se entregaba un sector de la montaña para cuatro, cinco, y hasta seis trabajadores, con la consigna que previo a recibir su salario, tenían la obligación de realizar el terraplén del sector asignado. Era gente que no le tenía miedo a nada, no tenían escrúpulos, inclusive no eran capaces de cuidarse entre ellos.  Tanta era la desconfianza y no les faltaba razón, puesto que muchas veces, intencionalmente prendían la mecha antes de tiempo, con el consiguiente saldo trágico que es de suponer. Si por suerte alguno de los trabajadores lograba sobrevivir, éste se hacía acreedor a la paga que les correspondía a los fallecidos. Es decir el peligro y los momentos de zozobra que tenían que vivir estos infelices obreros, eran desesperantes.

Los explosivos que diariamente hacían retumbar las montañas, hacían también estremecer a los ingenieros constructores  y a cuantos tenían que vérselas en esta encrucijada. Mientras tanto los indios, los jamaiquinos, a costa de grandes sacrificios, eran los primeros en subir a la montaña amarrados con largos cabos para proceder a las primeras perforaciones.  Cientos de ellos volaron conjuntamente con grandes piedras y rocas, puesto que era perder el tiempo tratar de bajarlos. Según los contratistas era preferible pagar las dos libras esterlinas, precio que previamente se había estipulado como indemnización por cada trabajador que pereciese durante la construcción del paso por la “La Nariz del Diablo”.

Los que lograban sobrevivir, iban formando ajustados terraplenes por donde seguía la enrrieladura.  La mortalidad se había ensañado en este sector; siendo la mayor parte de trabajadores de climas diferentes, fueron contagiados fácilmente por epidemias como  la viruela y la bubónica. La muerte se había constituido en la compañera inseparable de los trabajadores; los visitaba diariamente, a tal punto que no había día que no pereciese algún trabajador.

La muerte no perdonó a nadie, de la cual tampoco se  pudo librar el Ing. John Harman, forjando la inolvidable y bella lección en torno a su responsabilidad en el cumplimiento del deber.  Su cadáver fue sepultado en el cementerio de Huigra, en un lugar que previamente se había destinado exclusivamente para los muertos de nacionalidad norteamericana.

Harto difícil resulta pormenorizar  detalles de la situación real de la gente llegada desde Jamaica, por cuanto la compañía guardaba absoluta reserva de lo que ahí sucedía. Donde hubo hombres como el contratista Mac Donald, quien no pudiendo soportar tanta tragedia, prefirió retirarse, antes que presenciar a diario cuadros de dolor y miseria; que si no eran las pestes, eran las rocas que se encargaban de arrasar con todo lo que encontraba  a su paso, a tal punto que en los campamentos o en los lugares de trabajo, la gente se acababa rápidamente, como también era el acabóse del dinero presupuestado.

Debido al costo de cada kilómetro en la vía del Chanchán y sobre todo, lo que costó en dinero y vidas en el sector de la Nariz del Diablo, había resultado muchos más caro que haber seguido por la vía abandonada de Sibambe.  Un año entero duraron en su construcción, parte del año de mil novecientos uno hasta el ocho de septiembre de mil novecientos dos, fecha en que llega el ferrocarril a Alausí.

Efectivamente  previa la llegada del ferrocarril a nuestra ciudad, la Ilustre Municipalidad del Cantón, había pasado invitaciones a todos los ciudadanos del lugar para que se reúnan en los salones de la Casa Consistorial, para acordar y tomar las mejores acciones y celebrar de la mejor manera la llegada del ferrocarril a nuestro pueblo.  Igualmente se había pasado la correspondiente invitación al Gobernador de la Provincia, quien comisionó a don Modesto Corral, a fin de que le represente en este acto. Muchos ciudadanos de Riobamba, se habían organizado para asistir y presenciar la llegada del ferrocarril trasandino, obra que dio gloria al general Eloy Alfaro.

El sábado seis de septiembre de mil novecientos dos, aparecía en el diario  “El Telégrafo “ un anuncio que dice:

The Guayaquil and Quito Railway Company 

El lunes ocho de septiembre se abrirá al público el tráfico de trenes hasta Alausí.  En todas las estaciones de la línea se venderán boletos de pasajes y se recibirá carga para este lugar.

Los trenes de pasajeros correrán todos los días, excepto los domingos, saliendo de Durán y Alausí a las ocho a.m. y llegando a Alausí y Durán respectivamente a las cuatro de la tarde.  Estos trenes solo llevarán pasajeros y equipaje.

Los trenes de carga saldrán de Durán a Alausí los días.lunes, miércoles y viernes  y de Alausí para Durán los martes, jueves y sábado. 

Los trenes extraordinarios de los domingos, seguirán corriendo como hasta la fecha.

      Durán, septiembre seis de mil novecientos dos:

 

               John Harman                              R. R. Hancock

              Gerente General                          Superintendente

Con fecha diez de septiembre y en el mismo diario “EL Telégrafo” aparece publicado un acuerdo del Concejo Cantonal, felicitando al General Eloy Alfaro y cuyo texto dice:

El Concejo Cantonal, que presido, en sesión del seis del presente mes, aprobó la siguiente moción que tengo la honra de transcribirle y que a letra dice:

“Que se felicite al General don Eloy Alfaro por la constancia y patriotismo con que venciendo toda clase de obstáculos, ha contribuido de manera innegable y eficaz a  la realización de la monumental obra del ferrocarril; obra en la que están vinculadas las más justas aspiraciones del país, hoy que oficialmente se comunica que la locomotora coronando los Andes ha llegado a las playas de Alausí.

El Ilustre Ayuntamiento, ha querido de esta forma a la vez que celebrar la memorable fecha en que la locomotora  ha transmontado la cordillera; dejar constancia de la gratitud que abriga para con el principal benefactor de esta colosal obra, que inicia una nueva era de progreso y bienestar para la Patria.

Sea esta la ocasión de ofrecer a usted de  mi parte la especial felicitación.

Firmado: Amalio Puga-Secretario.

El día Viernes doce de septiembre de mil novecientos dos, el General Eloy Alfaro se había comprometido realizar una visita a la ciudad de Alausí con la finalidad de observar personalmente la bondad y calidad  de la obra construida. Desde luego en esa fecha ya no fungía la calidad de Presidente de la República; es decir, su viaje lo hacía para recibir el reconocimiento de todos los pueblos que quedaban a la vera de la línea férrea.

En efecto, se dispuso de un tren especial para trasladar al General Alfaro, su familia y numerosos caballeros importantes de Guayaquil.  En el trayecto, los empleados y trabajadores de las distintas estaciones se iban uniendo a esta caravana. Profundamente conmovido, cuando pasaba por el sector de la Nariz del Diablo, sus ojos se nublaron  e imperceptibles lágrimas aparecieron en su rostro. Recordaba los cientos de trabajadores que debieron ofrendar sus vidas para lograr pasar esta infranqueable barrera de piedras y rocas.

Una vez que el tren había llegado a Alausí la mayor cantidad de trabajadores que habían sido traídos exclusivamente para laborar en este sector, recibieron con algarabía la noticia de que podían salir a gozar de su libertad.  Los negritos jamaiquinos, cuando llegaron a la población de Alausí, lanzaron gritos de algarabía y felicidad, por haber salido con vida de semejante infierno; teniendo- decían- a poca distancia un verdadero paraíso.

Bien valdría que la Municipalidad  rinda un justo homenaje a los constructores del ferrocarril de tan monumental obra, que se recuerde también a los cientos de jamaiquinos e indígenas desconocidos,  que ofrendaron sus vidas para hacer realidad el sueño de unir las dos grandes regiones de la Patria.       




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