De nuestra calidad humana y un heroísmo

La historia que hoy hemos podido recabar corresponde a la vivida por dos alauseños, que coincidencialmente asistieron a la misma escuela, trabajaron en la misma oficina pública y posteriormente sirvieron en el ejército ecuatoriano.

¿Qué debes saber?

El Ecuador no pudo improvisar el tren de guerra que se debía oponer al ejército invasor, eso habría significado unos diez años de preparación, con un presupuesto exorbitado.

La resistencia fue heroica. Esa fuerza con viejos fusiles y cartuchos utilizables en un 30% de la existencia en rastrillos; unas cuantas piezas de artillería y una determinación digna de leones; consiguió demostrar, por lo menos, cuánto valor y cuánto odio y desesperación había en la defensa. Nunca pudieron hacer más los soldados patriotas ecuatorianos.

El teniente Solórzano, había construido con vallado de caña de guadúa y sobre troncos, hendidos en la tierra, había levantado unas diez cañas guadúas, pintadas de negro, simulando una batería de cañones antiaéreos. Cuando incursionaban las naves armadas del Perú, el personal alzaba sus ZB en sus trípodes, haciendo la simulación del fuego. De esta manera se pudo evitar que siguieran incursionando por ese sector de la frontera.

A tan triste simulación tuvimos que llegar. Sin apoyo, sin planes, sin suministros abandonados a nuestra suerte, pero llenos de optimismo para brindarnos al sacrificio como última población por la patria.

Iniciadas las acciones del ejército peruano emprendió una vasta ofensiva de todo su tren de guerra sobre la provincia. El destacamento “Las Cochas del Caucho” quizás por su ubicación escondida, por su altitud, no dejaba apreciar a simple vista sus dos chozas misérrimas que simbolizaban más que otra cosa la potestad nacional. El ejército invasor se encontraba ocupado en lo principal, posponiendo acaso la limpieza de este pequeño grupo de soldados ecuatorianos que permanecían aún en expectativa.

El capitán Dávila Peralta, jefe de la guarnición se encontraba en un momento desesperado, no sabía como actuar. Había dispersado a su personal en puestos de observación, en grupos de tres buscando cubrirse de la más alta vegetación. Un día permanecieron allí al día siguiente en otro sitio. Por otra parte, no creían conveniente abandonar ese lugar, en espera que se pudiera tener algún aviso, alguna señal, cualquier signo que les permita salir de la posición de peligro en que se encontraban.

Durante la noche se agrupaban para tomar las resoluciones en conjunto. Los víveres totalmente escasos, pequeñas raciones de azúcar y panela se distribuían, un poco de sal, unos tres sacos de yuca, era todo lo que disponían para sobrevivir.”

La arremetida del ejército invasor  por ninguna circunstancia se puede decir  que no era conocida, el Ecuador siempre  se estuvo al tanto de los afanes que movían al Perú para poco a poco ir avanzando en sus intentos por ampliar sus territorios. Otra habrían sido la situación, si los medios económicos y materiales, que estuvieron a disposición de los gobiernos y de los mandos militares entre mil novecientos treinta y uno y mil novecientos cuarenta y uno, se hubieran utilizado con verdadero sentido patriótico y profesional, a base de  planes concienzudamente estudiados y poniendo todo el corazón y todas las energías en aprovechar el último centavo y todos los medios disponibles en la tarea de organizar nuestra seguridad armada.

La preparación militar de un país no es cuestión que pueda improvisarse de manera alguna; es el resultado de esfuerzos sistemáticos, cuidadosamente planificados y puestos en marcha, a través de largos años de persistentes y fecundas labores cumplidas bajo la línea de una acción militar perfectamente definida y de orientación precisada por enfoques políticos y técnicos destinados a señalar los objetivos de la propia estrategia militar y sus normas ejecutivas. ¿Qué se tenía entonces en vigencia como estructuración defensiva en mil novecientos cuarenta y uno?.

No había ejército para defender las fronteras, no existía una marina para hacer respetar  el mar territorial, apenas si se disponía de dos naves; el Presidente Alfaro y el Calderón; no teníamos una aviación para impedir las violaciones de nuestro espacio aéreo y el ataque a nuestros cantones vitales.

Ahora el Ecuador está en el trance de pagar lo que no hizo antes, para armar su ejército. Ahora teníamos a la vista el principio del desastre. No podíamos oponer ninguna resistencia.  Apenas nuestro ejército pudo resistir primero dos días y luego tres días más.

El gobierno trató de buscar la unidad nacional para tratar de resistir la agresión; pero el peso de su impopularidad le hizo temer por su subsistencia y dedicó los mejores recursos bélicos para la represión interna.  Con el uso de las facultades extraordinarias que lo convertían en dictador constitucional y el apoyo de un cuerpo de policía militarizada, que nunca se movilizó a la frontera, la administración Arroyista se mantuvo en el poder mientras la guerra seguía su curso.

El día diez de julio, y viendo que la situación era insostenible y con la finalidad de replegar los hombres ubicados en medio del ejército enemigo, resuelven despachar una comisión de seis soldados, por tres vías diferentes, es decir dos hombres por cada vía, tomando todas las providencias. Los comisionados irían desarmados, sin insignias, ni revelación militar.

Hasta el día trece de julio, no tenían ningún dato, ni había regresado ningún comisionado, habían sido todos ellos tomados prisioneros y se encontraban en el sitio Catamarca.

Para el quince por la noche, los hechos  que se pudieron conocer, daban la noticia fatal. La Provincia de El Oro había caído en poder, de los peruanos; el batallón Montecristi, fue aplastado por la fuerza peruana; el Cayambe, batiéndose en retirada hacia Arenillas.

La situación era insostenible, había solamente una actitud valerosa y decisiva: Saber cuántos eran los peruanos en “Casitas” y sus alrededores; atacarlos y moverse en retirada hacia Alamor, con la esperanza  de encontrar fuerzas amigas y que les ayuden en su retirada.

Habían agotado todos sus recursos. Cualquier movimiento sería para entregarse al enemigo. Retirarse sin combatir, les parecía una verdadera monstruosidad. Nadie estaba dispuesto a realizarlo; la moral de este puñado de soldados estaba integra. Su desesperación era combatir; pero tampoco se podía ordenar que fueran directamente al suicidio.

Había que informarse del número de combatientes peruanos y de las posiciones de está unidad. Había que llegar a una resolución. Existía la esperanza de poder hacer algún contacto con los campesinos del sector más o menos amigos; aparte de ello, el serio peligro de ser capturados todos por el  enemigo.

El Teniente Dávila Peralta, reunió a su tropa e informó la situación

-   ¡ Quién quiere ir voluntariamente ......!.

Segundo Quito Coronel, dio un paso al frente.

-   ¡Usted irá al frente....! ¡Otro voluntario para seguirlo......!.

Segundo Laso, salió al frente.

-   ¡Muy bien!.

A las dos de la tarde salió Segundo Quito. Un silencio sepulcral lo despidió. Después de un corto tramo de un kilómetro, lo siguió Lasso. ¡El sol quemaba! ¡Iban desarmados! Quito Coronel, envuelto en la aureola de los hombres resueltos, se metió en la pica, pensando recorrerla hasta donde creyera necesario. La montaña esa manigua hosca, era su trinchera y su baluarte. Si había de morir esta era la hora, pero luego de cumplir su misión.

Con muestras de infinito pesar y dolor sus restos fueron sepultados en la tierra que lo vio nacer.

La vida de estos dos valiosos ciudadanos nacidos en la tierra de los lausíes y que marcaron una profunda huella dentro del convivir cotidiano de su pueblo y de la patria debe merecer nuestra atención, para así ir fortaleciendo nuestra identidad, con el ejemplo de tantos alauseños que dieron mucho a cambio de nada.

Bien es cierto que la Municipalidad, ha perennizado sus nombres en las calles de nuestra ciudad. Creemos que en  afán de estricta justicia, deber nuestro es mantenerlos como ejemplo claro y diáfano de su entrañable cariño al pueblo donde nacieron y de su patria, bajo cuyo tricolor, defendieron su integridad y honor.




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