Sigchos

El cantón de las oportunidades espera a sus visitantes rodeado de montañas y con la biodiversidad más rica del país.

Ubicado en el extremo noroccidente de la provincia de Cotopaxi, Sigchos es una población antigua. Dos versiones se mantienen sobre el origen de este poblado, la primera nos cuenta que fue habitada antes de la era cristiana por los Yanaconas, una tribu perteneciente a los Panzaleos. Otra versión sostiene que fueron los Puruhaes quienes habitaron el sector y que el Cacique Sigchus de la tribu Sigchila sería el personaje que da nombre al cantón.

Sigchos brinda opciones para hacer un turismo ecológico, las Columnas de Tangan son ideales para practicar la escalada en roca, el Cañón del Toachi proporciona un paisaje único para disfrutarlo durante una caminata. Y si de caminata se trata, con un poco de esfuerzo y buenos pulmones se puede llegar al Churo de Amanta, una estratégica fortaleza construida por los incas ubicada a 3000 msnm. Para quienes gustan de las cascadas está Licamancha con una caída de agua de 102 metros. La Reserva Ecológica Los Ilinizas nos permite apreciar la belleza del volcán Illiniza con sus dos picos. El Bosque Protector Sarapullo y la arqueología de Malqui y Machay hacen de Sigchos un lugar lleno de encanto para los amantes de la naturaleza y la historia.

La propuesta gastronómica del cantón es la característica de la sierra, hornado y cariucho, papas con cuy, fritada, locro de zambo y zapallo de dulce nos regalan la oportunidad de degustar platos que además de ser deliciosos nos dan una razón más para enamorarnos de este pueblo alejado del ruido citadino.

Historia de Sigchos

Es una población tan antigua, que remotamente fue habitada hace miles de años antes de la era cristiana. Desempolvando la historia encontraremos que ya fue habitada por integrantes del Reino de Quito, que pertenecía a una de las 16 tribus del Estado Independiente Sur, los Yanaconas del propio Latacunga, que tomaban parte de su dependencia de los Panzaleos.

QUE SIGNIFICA SIGCHOS?

  • SIGCHILA.- "Brazo de Hierro". Uno de los jefes de la tribu, hombre muy fuerte, fornido y aguerrido, dominó y dirigió con tenacidad; sus rusticas armas, hombres carentes de militarización pero defendían su tribu.
  • SIGCHO.- El sucesor, de iguales características del anterior, lo denominaron EL GIGANTE, por su estatura, tenía además la astucia de bravura, como los del oriente.

FUNDACIÓN DE SIGCHOS

Existe otra versión según estudios realizados por el Lic. Pompilio Arguello, fueron los Puruháes, quienes llegaron a estas tierras aproximadamente en el siglo X, para protegerse de la persecución de los Caras. La razón de nuestro cantón lleva el nombre de Sigchos, se deriva del Cacique Sigchus de la tribu Sigchila.

Con el tiempo debido al sostenimiento de los otros grupos humanos o por los fenómenos naturales, se desintegraron formando numerosas tribus.

A pesar de no haber acuerdos sobre los primeros pobladorees, según Sánchez –Praga, afirma, de acuerdo a evidencias arqueológicas y etnohistoricas, estos territorios fueron centros estratégicos para la vida política y económica, antes que llegaran los Incas, debido a su ubicación geográfica de enlace entre la sierra y la costa

Sin embargo, la expectativa para conseguir que esta centenaria población fuera elevada a la categoría de cantón no ha estado únicamente signada por la zozobra, que normalmente genera las gestiones trascendentales, sino también por la tardanza, increíblemente dilatada, cuya duración abarcó luengos años contabilizados en tres cifras. Se conoce de buena fuente que poco tiempo después de constituirse Sigchos en parroquia civil (22 de septiembre de 1852), optó ya por demandar su autonomía y así poder instaurar su propio ayuntamiento. La razón aducida para ello era que el inmenso potencial agropecuario y minero que poseía, venía siendo malogrado por la desidia consuetudinaria de las autoridades de su cabecera cantonal. Pero el esfuerzo realizado, por ese lejano entonces y desde luego posteriormente, con el afán de predisponer la decisión del Gobierno en favor de aquella causa justa, resultaría no sólo arduo sino difícil de obtener el corolario apetecido. Sus representantes (especialmente los de la función congresal), aquejados de la misma indolencia perniciosa que adolece la gran mayoría de los funcionarios públicos ecuatorianos, que han erigido la ominosa apatía como deporte nacional, iban acumulando en sus polvorientos archivos los reiterados petitorios destinados para su estudio tan pronto como llegaran a sus manos.




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