"Pueblo, fantasma y clave", Julio Jaramillo JJ el Ruiseñor de América

Pueblo, fantasma y clave de Julio Jaramillo, es el poema del guayaquileño Fernando Artieda que explica la dimensión de JJ, el ídolo del Pueblo. "Yo sé que tú lo dudas que yo te quiera tanto. Si quieres me abro el pecho y te enseño el corazón..."

Y le llegó su Caimán, su Julio Verne por eso de que De La Tierra la Luna,
de que Viaje al Centro de la Tierra, cosa tan triste.

Y fue como si anduvieran ofreciendo la muerte a domicilio porque de pronto se encendieron las rocolas
en el Pollo loco, en el Chuzo engreído, en el No te agüeves
y la voz del man entró así con todo por las ventanas de las casas por las goteras del techo por las rendijas de las cañas separadas.

En las esquinas la biela zumbaba y la gente no hablaba sobre él
porque para qué iban a hablar si el pueblo sabe que de esas cosas nunca se habla.

En el café de los intelectuales la cosa se estaba poniendo kafkiana
cuando pasó "Carebandido" y les dijo:
que qué Gabo ni la gaver's no ven que se ha muerto el man.
¿Cuál man cuál man preguntaron los desenchufados? 
y Carebandido, con esa dignidad característica de los ladrones de barrio y los poetas
Cuál man más va a ser pues gil habrá algún otro más bacán que Julio Jaramillo.

Las putas sacaban monedas de a Sucre de sus chaucheras trasnochadas
y las metían en las ranuras de las Wurlitzer para escuchar
"No puedo verte triste porque me matatu carita de pena, mi dulce amor"
Y comentaban y algunas hasta lloraban
y el maricón Alfredo tenía que estarlas arriando
ya pues señoras a trabajar déjense de pendejadas
ni que el hombre hubiera sido su marido.

Una zorra veterana bebía cerveza y recordaba que ella lo había conocido desde los tiempos
en que era camote de la Blanca Garzón, el mejor calzón que había en esa época
por los cabareses de Guayaquil.

Los taxistas y las peroles seres por los cuales uno puede enterarse de casi todas las cosas de este mundo
seguían escuchando Radio Cristal
que había transmitido como un partido de fútbol la muerte de Jota Jota
Con sus micrófonos instalados directamente desde la clínica Dominguez
donde yace en el lecho del dolor
el único,
el incomparable,
el ahijado de car,
el ídolo del pueblo,
Julio Jaramillo.

La voz de Umovar sinceramente conmovida,
pero rota por catorce horas seguidas de darle y darle a la lengua en forma continuada
iba adquiriendo tonalidades deprimidas
y a ratos hasta dejaba botado el micrófono para ir a tomarse una cerveza
o a comentar con otros locutores de la radio las cosas del velorio.

Las cantinas estaban llenas y había un clima como de alborozo trágico
como si una angustia jubilosa fuera tomándose las calles
subiéndose por los postes de alumbrado reptando por los jardines de los parques
y trepando los árboles más altos para desde ahí descolgarse
con todo su entusiasta dramatismo sobre la ciudad acongojada
sorprendida,
estupefacta,
porque era que no se podía creer
porque aunque se sabía que estaba grave, que se iba a morir de todos modos
una sobrevivencia como ajena
nos había dado la nota de que la muerte no existía
de no pararle bola
de que lo único que tenía derecho entre nosotros era la vida.
 
Dos días con sus noches lo velamos en el estadio.
De todas partes se venían con mujeres, con hijos,
desde Lomas de Sargentillo venían,
desde Pechiche,
de Vueltalarga venían,
sólo para ver como cantaba de muerto.
 
Ríos de gente salían de los manglares bajaban de los cerros rodando por el lodo ensuciándose la ropa,
perdiendo los zapatos, perdiéndolo todo,
menos la firmeza de estar junto a él en su última conquista
la de aquella tarde en que Dios que se le va ajumando
iel -zas- que se le va levantando a la muerte para toda la vida!
 
Miles y miles de zambos
cholos,
negras culonas,
choros,
putas,
poetas,
asesinos,
deportistas,
periodiqueros,
sinvergüenzas,
curas,
sableadores,
contrabandistas,
alcahuetes,
pesquisas,
estibadores,
betuneros,
y maricas.

Gentes del pueblo arracimados en colas largas
como el destino para tocar el cuerpo persignarse y llorar a grito herido la huella de su ausencia.

Mónica se vino desde la yoni
para contarle después de muerto
todo lo que lo había querido.

Un borrachito con una botella de trago en la mano temblorosa decía
ahora sólo nos queda Barcelona
ahora sólo nos queda Barcelona

Ahora se va.
Va caminando lentamente como bandera extendida entre los brazos de la gente
se va el zorzal,
el lírico,
el artista,
Se va el duro,
el brava,
el superbacán,
el pinga de oro,
el cantante más pesado que ha tenido el Ecuador y el mundo más claro ya "cha nota" con mi persona.

Ya resbala tiernamente el cadáver
abrumado de flores
y es como si los muelles
se hubieran puesto a toser señales antiguas sirenas,
cangrejos, pianos y manzanas.

La masa, desconcertada,
ebria de malas noches y de alcohol
se va raleando en grupos de a uno
de a cinco,
de treintaidos.

Van buscando la calle estrangulada
que sienten medio enferma
como traspapelada entre las sombras
como sonámbula
como si fuera otra y no esta Guayaquil
la ciudad viuda y guáchara
que había perdido al mismo tiempo
su hijo y su machuchín.

Fernando Artieda guayaquileño; 1945-2010

Julio Jaramillo Música

  • Su primer éxito lo cantó junto a Fresia Saavedra, Mi madre querida.
  • Luego de eso vendrían los célebres Fatalidad, Guayaquil de Mis Amores, Sombras, Nuestro juramento...
  • La obra de Jaramillo es tan extensa que el cálculo de su producción no fue posible sino hasta que su mayor coleccionista en el mundo, Yoshinori Yamamoto, revelara que había logrado recopilar más de 4.500 grabaciones.



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