Salón Pana de las señoritas Alvarado

¿Qué debes hacer?

  • Dirección: sector Buenos Aires, en la antigua Panamericana
  • Atención: lunes a domingo, de 07h00 a 20h00 

Las señoritas Emperatriz, Livia y Teresa Alvarado empezaron con su salón Pana hace sesenta y un años en la antigua Panamericana. Cuando jóvenes solían viajar con su padre a Zaruma, donde iban a comer en salones; también acompañaban a su madre a dar de comer a la banda en el centro de Oña. Aunque a ella no le gustaba la idea que sus hijas inicien con un salón, la hermana mayor empezó sus primeras pequeñas ventas de comida y poco tiempo después su madre aceptó que se pongan el negocio. En esa época, Emperatriz tenía treinta y tres años, Livia treinta y Teresa veinte y siete. Cada una colaboró con veinte sucres y con este primer capital empezaron su pequeño salón, diagonal al local actual, con “chulla mesa” y una cocinita de leña. Sus platos eran desde el inicio el caldo de gallina y el seco de pollo, que costaban dos sucres, alguna sopa, y empanadas de viento y café. La menor de las hermanas, Teresita, era a quien más le gustaba cocinar, y había heredado la buena sazón de su madre, por lo tanto, se encargó de preparar la comida. La hermana mayor, Emperita, iba al mercado de Cuenca o Saraguro, y Livia, la hermana intermedia, traía la leña desde la casa y pasaba largas jornadas recorriendo el campo por las zonas de Susudel y Oña buscando gallinas y cargándolas. 

Poco tiempo después alquilaron otro local, ubicado junto al actual. Y tres años más tarde compraron su propio terreno, donde construyeron su actual salón. Las señoritas Emperita y Livia trabajaron junto con los maestros en la construcción para poder acelerar el trabajo. Teresita preparaba la comida y sus hermanas iban a la hora del almuerzo para servir a los clientes. Lo único que trajeron para la construcción son los pilares que están afuera, labrados en el río León, y la madera. Debido a su belleza y tradición, esta casa fue recientemente declarada patrimonial. 

Con el tiempo se hicieron más y más conocidas. Han recibido la visita de varios presidentes, como Roldos, Borja, Sixto, Febres Cordero y hasta integrantes de la dictadura de la junta militar. El presidente Rafael Correa ha ido a comer ya seis veces, y siempre pide el apetecido caldo de gallina y el seco de pollo. El presidente les felicita constantemente por el premio que el SRI (Servicio de Rentas Internas) les otorgó, pues en el año 2006 las condecoraron por ser cumplidas en sus pagos.

En el último año y medio fallecieron Emperita y Teresita, y ahora está a cargo la señorita Livia acompañada de Chavela, una señorita que por muchos años ha estado con ellas trabajando, y su sobrina política, nuera de su hermana mayor. Chavela y su sobrina política cocinan como lo hacía Teresita, y la señorita Livia prueba y da el visto bueno, pues como ella dice entre risas: “yo no sé cocinar, comer sí sé, saborear sí sé”. Ahora sus ingredientes los compran en Oña, y un vecino les ayuda trayendo los productos.

Toda la historia que envuelve a este salón le da un toque especial, pero además, sus clientes se sienten muy satisfechos por la comida de excelente calidad que ahí se prepara, pues es innegable la buena sazón y la frescura de sus productos. Aquí todo se prepara de la forma más natural. Por ejemplo, las gallinas que compran son alimentadas con maíz, y no con balanceado. La historia del salón se prueba en cada uno de sus platos, pues resulta inevitable asociarlos con lo que comemos en las casas de nuestras abuelitas. Los platos que siempre hay son el caldo de pollo, el seco de pollo, el seco de carne y una buena sopa. Pero señalan que ellas preparan lo que sus clientes les pidan. Las bebidas del local son la horchata y el café. Una recomendación para todo comensal es terminar su comida con el delicioso quesillo con miel de mishqui, dulce que proviene de la base del penco.

Visita Azuay




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