Ecuador un paraíso espera por nosotros

Destinos ecuatorianos de ensueño han sido elegidos para celebrar matrimonios, lunas de miel o para vivir días de romance.

La selfie les quedó divina. Ella y él, con sus sonrisas plenas y esa mirada tocada por la luz del amor. Al fondo, un cielo celeste donde un escuadrón de pelícanos pasa raudo e impecable. Y hacía el horizonte, ese sol manabita que, al tocar los mares, se convierte en una bola de helado de naranja, derritiéndose lentamente. Al otro día, los chicos volvieron a Machalilla. Lo hicieron luego de desayunar del mar a la mesa, en su hotelito de Puerto López y almorzar con vino helado en Puerto Cayo, poblados al filo del mar cercanos a este bello Parque Nacional.

A plena medía tarde, tipo "Buscando a Nemo" fueron tras las imágenes pendientes: estrenar el celu haciendo snorkel entre decenas de coloridos, extraños y graciosos peces, a la espera del conmovedor milagro de contemplar el paso imponente de una inmensa y negra mantarraya. Ubicada en medio de un bosque seco, esta playa de arena blanca donde corretean jaibas rojas, se acomoda en una pequeña ensenada flanqueada de acantilados.

A ella se arriba tras una breve caminata, cumpliendo unas cuantas normas con el manejo de basura y horarios de permanencia. No faltaba más: sus aguas serenas y transparentes recuerdan al Caribe, donde a simple vista se aprecia el desfile de cangrejitos, peces, estrellas de mar y caracoles. Seguro, pisas la más bella y pulcra playa ecuatoriana.

San Agustín y el fuego

La leña cruje y lanza pequeños destellos. El fuego danza, efímero y sinuoso. El viento pasa y sigue pasando; silbando, lejano, nostálgico. En San Agustín de Callo, cae la tarde al pie del Cotopaxi, que se eleva majestuoso con su cono nevado y resplandeciente.

Es un día único e irrepetible: el rey sol permanece unos minutos en que este impresionante frente nevado toma matices rosados. ¡La vida es bella! Al otro día, los chicos madrugaron para atreverse a hacer bici de ruta entre los senderitos de la planicie. Con ropa térmica, pasamontañas y guantes, se animaron a pedalear y, mientras contemplaron el volcán, cada vez más cerca, los chicos se sintieron pequeñitos y gratos: hay tantos motivos para ser plenamente orgullosos de ser de acá, de la mitad del mundo; tocados por nuestro sol, acompañados de nuestros cielos.

Esta secuencia de imágenes es posible vivir en las legendarias haciendas que sus propietarios reabrieron como hoteles, sobrios y cargados de historias: de esas que configuran el origen nacional y de aquellas, revisiones a la oficial y que se cuentan mientras un vino abriga el alma y va citando al sueño.

Amazonía: el otro mundo

Es un inmenso lienzo verde, cruzado de ríos pardos y anchos, de impredecibles bajos y misteriosos pantanos. Los chicos decidieron entrar a la Amazonía ecuatoriana con la ilusión de los excursionistas: con sus largavistas para seguir los pájaros, para apreciar los monos, contar los colores del espléndido tucán, acercarse al secreto mundo de los insectos. Con la paciencia de los entomólogos, buscaron la inédita belleza de decenas de insectos, camuflados entre los salvajes colores de la jungla.

Durante la tarde, seducidos por el solo nombre y leyenda de la anaconda, embarcaron en la lanchita de pequeño fuera de borda, canalete y remos. Así se interna-ron en los pantanos, exploraron las orillas; allí fueron recibidos por decenas de destellantes ranitas, peces vertiginosos y centenas de mariposas de mil colores; ahí se besaron cuando una pareja de nutrías apareció, muerta de la risa. Los chicos apenas divisaron la belleza de un Ecuador vibrante, nostálgico, colorido y que se reinventa cada día. Como los guerreros, nuestros paisajes; como la misma jungla: muere cada noche, renace con el alba. Y aún espera por nosotros.

Recomendaciones:

Hasta la Amazonía hay varias rutas: de las más tradicionales, desde Baños por el Puyo —Pasta-za. Por Lago Agrio, en viaje por tierra o avión o desde el Coca, también por aire o en auto. Por tierra puede tomar hasta Papallacta y seguir hasta Baeza, Archidona y Tena para llegar a la encantadora Misahuallí, desde donde puede or-ganizar incursiones a la selva. 

Hoteles hacienda son cada vez más en la oferta de un turismo que busca contacto con la historia, el pasado y la aventura. Imbabura y Cotopaxi tienen varios de ellos: En el norte Chorlaví, San Francisco, Zuleta, Cusín, entre otros. Y hacia del sur, La Ciénega, San Agustín, Los Mortiños. 

Los Frailes es una de las playas más bellas y pul-cras de todo el país: hay normas que se respetan y benefician a todo el entorno y sus visitantes. Un viaje de hasta ocho horas en auto para 491 kilómetros te deja en Puerto López y de allí está a la mano este sorprendente Parque Nacional, que alberga el cálido bosque seco tropical. 
 




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