Leyenda de las Grutas de Sigsi huayco

Los aventureros tienen un encuentro misterioso en una de las cuevas. Una extraordinaria historia en Baños de Agua Santa.

El tesoro de Atahualpa está en los Llanganates

Había oído hablar de ellas desde la infancia. Bullía en la imaginación un mundo de alucinaciones y fantasmas. Tuve miedo de ingresar!!!!!! 

Aquella vez nos llevó de paseo la señorita profesora. Ante el bullicio infantil comenzaron a salir los murciélagos asustados. Me parecía ver en ellos a los diablos y a las brujas que según los cuentos de la abuela habitaban en el interior de las cuevas.

De regreso a casa cada niño desbordaba su imaginación refiriendo cuanto habían oído a los ancianos de su familia y a más gente adulta que trajinaba por el lugar. Decían que hace muchos años las gentes que andaban buscando riquezas habían encontrado oro en la ciudad encantada de los Llanganates y por esta razón eran afortunados.

Movidos por la ambición algunos baneños habían organizado un viaje por una de las grutas de Sigsihuayco que decían que era el camino más corto y seguro para llegar a los tesoros. La despedida en la boca de la cueva fue llena de expectativas, ilusiones y esperanzas. Cada uno prometía volver con ricos presentes. Por algún tiempo esperaron familiares y amigos el retorno de los viajeros sin obtener resultado, lo cual comenzó a inquietar a todos. La primera expedición de búsqueda partió provista de faroles hacia el interior de la oquedad. A poco regresaron con la novedad de haber llegado hasta una escalinata que descendía a las profundidades pero que debido a la oscuridad y a la filtración abundante de agua no pudieron continuar.

Nadie intentó en adelante aventurarse por aquella vía. En cambio tomando la margen de un rió que venía desde la cordillera de los Llanganates avanzaron hasta la cumbre montañosa desde donde pudieron descubrir en día despejado las torres de una ciudad.

La vegetación densa impedía el avance. Entre las grietas buscaron un refugio para pasar la noche de llovizna helada. Cuando se llenó de humo la grieta profunda, sorpresivamente salió del interior un personaje que atropellando a los intrusos desapareció en la maleza. Los perros que habían llevado lo persiguieron y lo hubiesen despedazado de no intervenir los viajeros.

A medida que los animales ladraban los expedicionarios seguían acercándose hacia el personaje que permanecía estático. La sorpresa subió de punto cuando lo oyeron hablar. No obstante, el pelo y la barba del desconocido daba la impresión de algún animal selvático.

Aunque había pasado algún tiempo desde la primera expedición, se lo reconoció al personaje como sobreviviente de ella. Una vez integrado al grupo se pudo establecer su verdadera identidad y reconstruir la historia siguiente:

Después de contratiempos y penalidades había logrado salir a un lugar descubierto desde donde divisaron una hermosa ciudad que les indujo caminar hacia ella. Pero algo raro iba aconteciendo a medida que se acercaban.

La desolación era cada vez más intensas y no había ser humano por ninguna parte. Todo los seres y las cosas hallábanse convertidos en estatuas de piedra.

En el centro de la plaza había una laguna y en ella un árbol de naranja cargado de frutas amarillas y brillantes. Mas en el momento de cogerlas, una enorme serpiente lanzándose del árbol persiguió a los aventureros, quienes huyeron aterrorizados sin que se haya podido saber de su suerte.

Llenos de temor los nuevos expedicionarios emprendieron el retorno juntamente con el personaje a quien no cesaban de preguntar por las vicisitudes pasadas y por el paradero de los demás.

La novedad que causó en el pueblo el regreso de los aventureros fue grande.

Nadie fue capaz de reconocer al personaje ni él podía dar la razón cabal de sus acompañantes desde el momento en que les persiguió la serpiente. Además demostrábase huidizo y no podía
adaptarse a las nuevas formas de alimentación. Prefería lugares apartados del contacto humano. Un día desapareció y nadie volvió a interesarse más.

Algún tiempo después cuando casi nadie se acordaba del personaje, unos trabajadores que se hallaban en el desbroce de la playa del Pastaza, dieron con sus osamentas a corta distancia de una cueva.

  • Libro: Leyendas y Tradiciones de Baños
  • Autor: Enrique Freire Guevara



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