Castillo de Blanca

El Castillo de Blanca se remonta a la época islámica y fue construido entre los siglos XI y XII sobre la Peña Negra. Se encuentra declarado Bien de Interés Cultural. Ven y disfruta de su apasionante historia.

Castillo de Blanca en España

Ubicación del Castillo de Blanca

La fortificación se encuentra enclavada en un cerro elevado de la Sierra del Oro que domina el centro de la actual población de Blanca, la cual se extiende sobre la ladera sur-sureste de la cumbre acastillada. El lugar donde se sitúa permite el control de buena parte de la vega alta del río Segura y el valle de Ricote, así como las vías de comunicación con las tierras de Jumilla.

El acceso al castillo se efectúa entonces desde el casco urbano del pueblo, por una senda escalonada que nos llevará a los restos monumentales de la fortificación.

Orígenes del Castillo de Blanca

Los orígenes de la fortificación de Blanca se pueden remontar a época islámica, probablemente en torno al siglo XII, cuando se produce un proceso de fortificación generalizada de diversos puntos estratégicos alrededor de zonas con gran presión poblacional. En este caso, los productivos campos del valle de Ricote. Durante época cristiana, el castillo se convirtió en el símbolo del poder señorial de la Orden de Santiago, en cuyos territorios quedó enclavada la población en la redistribución administrativa que se produce a finales del siglo XIII en el reino de Murcia.

El castillo de Blanca se encuentra declarado Bien de Interés Cultural por la Disposición Adicional Segunda de la Ley 16/1985, de 25 de junio del Patrimonio Histórico Español.

De su origen musulmán al dominio castellano

La fortificación de Blanca remonta sus orígenes a época islámica, cuando se construye una estructura fortificada sobre la llamada Peña Negra, que le dio la denominación original a la población musulmana. Levantada en un punto estratégico del valle de Ricote, tuvo un papel destacado en el levantamiento de Yusuf Ibn Hud, el rey musulmán de Murcia, contra los invasores almohades.

Con el pacto de Alcaraz (1243), por el cual daba comienzo el llamado protectorado castellano sobre el reino de Murcia, todo el valle ricoteño pasa a manos del noble castellano Enrique Pérez de Arana, y bajo la tutela directa de su gobernador, Pedro Peláez de Contreras. Muy poco después, Alfonso X el Sabio incorporaba el territorio a la jurisdicción del concejo de la ciudad de Murcia.

Bajo la autoridad de los monjes-soldado

El traspaso a la Orden de Santiago iba a llegar a finales del siglo XIII, con una decisión de Sancho IV, quien le hizo entrega a la poderosa orden militar de todo el valle de Ricote mediante privilegio rodado, en el que se lee: … ge lo prometimos quando eramos infante, damos en remision de nuestros pecados al maestre don Pedro Nunnez et a los freires de esa mesma orden, Val de Ricote con Negra et con Fauaran et con Oxox et con la Ruelda de la Losiella.

Durante el siglo siguiente, la antigua denominación islámica de Negra trocaría por la actual de Blanca. El lugar, inserto ya plenamente en la encomienda santiaguista, se hubo de beneficiar de la política de potenciación de la agricultura que llevaron a cabo los freires de la orden a través del asentamiento de agricultores mudéjares.

El castillo, convertido en el símbolo del poder señorial de la orden sobre el valle y sus pobladores, había de protagonizar un sonoro hecho de armas a mediados del siglo XV, en el contexto de la guerra civil murciana y los enfrentamientos entre el adelantado don Pedro Fajardo y su cercano pariente don Alonso Fajardo "el Bravo". Así, en 1448, se dirigió una acción bélica contra la fortaleza en la que se utilizaron algunos ingenios de artillería pirotécnica, alimentados con ocho arrobas de pólvora comprada en Orihuela.

Y aquel fue el hecho más notorio que iba a protagonizar el castillo de Blanca mientras conservó su actividad. Más tarde, el asentamiento de colonos cristianos durante finales del siglo XVII y su consolidación en el XVIII, que recuperó la zona tras la expulsión de los moriscos, condujo al abandono de la fortaleza, que perdía su razón de ser en un ambiente con menor conflictividad interna, y en un nuevo modelo de estado que intentaban estructurar los monarcas de la recién instaurada dinastía borbónica.

Las torres del Castillo de Blanca

Los restos más destacados del conjunto fortificado están formados por tres torreones unidos por dos cortinas donde el cubo de en medio es de menores dimensiones que sus flanqueantes. Este sistema cerraba el recinto por uno de sus lados, y alberga en su interior un posible aljibe excavado en la roca. A partir de estas estructuras se pueden apreciar los arranques de una muralla apenas conservada, que confiere una planta irregularmente rectangular cuyos lados más largos se extendían en sentido noreste suroeste.

Los restos conservados, y perfectamente visibles en estos tres torreones, fueron levantados con tapiales. También son aún visibles los mechinales que alojaron los tablones que formaron los módulos de la construcción del muro, que tiene un espesor aproximado de 90 cm. Según Alonso Navarro, las torres pudieron alcanzar los doce metros de altura, y presentan señales de haber tenido dos cuerpos y la terraza almenada. Igualmente presentan ciertos vanos en su parte superior que una vez quizá fueron saeteras.

Otros restos

Hacia el este de la fortificación, en el lado más alto del cerro, se aprecian también restos constructivos que pueden indicar una construcción defensiva adscrita a un periodo cronológico previo a la hoy conservada.




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