Horno de leña en San Rafael

Desde el 2010, en el Valle de los Chillos se sirven deliciosos platos tradicionales de la cocina serrana, hechos con la tradicional receta que Doña Manuela Pilaquinga creó en 1959.

¿Qué debes saber?

  • Vía al Tingo en la Av. Ilaló 0e10-195, a 200 metros de las piscinas del Tingo.
  • Atienden de miércoles a domingo y días feriados de 8 a 5 de la tarde
  • Te esperan con hornado de chancho con tortillas, mote con chicharrón, caldo de patas, caldo de gallina y yahuarlocro. Su sabor a un auténtico hornado tradicional
  • Estos platos son un emblema del Tingo.

Si esas paredes hablaran

Las paredes gruesas y de adobe son una característica inconfundible de las casas donde nuestras bisabuelitas lograban juntar a familias numerosas. El piso de madera, el techo de yute y una mesa larga con capacidad para una docena de hijos, y además fuerte para soportar tantas travesuras, completan el recuerdo que hace suspirar a Doña Marcita Pérez.

Suspira porque recuerda como en esa mesa toda la familia se reunía para amasar el pan, los grandes con la seriedad que implica fabricar un producto de calidad, los pequeños con la alegría que provocan las bromas que se consiguen cuando se tiene harina en las manos. Suspira porque recuerda el aroma del pan, que salía del horno de leña que adornaba el centro de la casa.

Marcita se llena de nostalgia, pues de niña, cuando aprendió a cocinar de manos de su abuela y de su madre, nunca se imaginó que 50 años después, en esa misma casa, sobre el mismo piso de madera y usando el mismo horno de leña, formaría un negocio que llenaría de orgullo a los moradores del Tingo.

Y el mejor lugar, estuvo siempre esperándolos.

Doña Manuela Pilaquinga, empezó en 1959, una tradición gastronómica en el Tingo. Esta tingueña observaba como los turistas que llegaba a bañarse en las piscinas, pasaban hambre. Y es que el bus que les traía, esperaba 2 horas exactas antes de emprender el regreso a Quito. Manuelita vio en la angustia de los turistas una oportunidad, así que no titubeo y sin pedir ayuda a nadie, instaló un puesto de comida, en el que vendía hornado.

Fue tan buena idea que enseguida salió la competencia, docenas de puestos se armaron, pero nunca lograron opacar el éxito de Manuelita. Y es que ella tenía una ventaja, pues resulta que su esposo trabajaba en un prestigioso hotel de Quito, de ahí que, desde el inicio del negocio, Manuelita pudo ofrecer un producto de calidad y un servicio de primera. Sus hijas, Hilda y Piedad, la segunda generación inauguraron el primer local, el cual, al ser arrendado, tuvo que sufrir varios traslados.

La tercera generación es el encuentro de 2 tradiciones, pues Marcita Pérez, la del horno de leña y del aroma del pan, se casó con el nieto de Manuela Pilaquinga la del hornado del Tingo. Fue esta pareja la que mantuvo viva la herencia gastronómica de 2 familias, a pesar de que tuvieron que trasladar el negocio en más de una ocasión.

Pero no fue sino hasta la llegada de su hijo, Marcelo Cattani, que ese constante traslado terminó, cuando comprendió que la casa de su bisabuela, era el lugar perfecto para instalar la ubicación definitiva del negocio familiar. Tal vez por eso, es que le puso el nombre “Horno de Leña” y restauró con cuidado los detalles de esas salas en donde el recuerdo de sus bisabuelitas y abuelitas le dan calor de hogar a su negocio.

Hornado de Sangolquí

Si el hornado pastuso es saladito, el hornado de Sangolquí es agrio - dulce y es ese el sello distintivo de muchisimos locales que en el Valle de los Chillos vienen preparando esta delicia desde el siglo pasado. Sin embargo si hay uno que destaca, es el del Horno de Leña, pasando las piscinas de El Tingo, rumbo a la Merced. 

Hoy, el restaurante Horno de Leña, es uno de los más exitosos del Tingo, más 15 personas trabajan todos los días junto a la familia Cattani, verlos trabajar da gusto, pues en ellos se refleja el concepto de trabajo en equipo, que Doña Marcia les ha sabido inculcar, y es que al fin de cuentas, Marcita al repasar sus recuerdos descubrió que nunca cocino sola, descubrió que si ama la cocina es porque alrededor de ese horno su familia se reunía, para reírse, para jugar, para juntos salir adelante, como lo hace un equipo.




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