Parque San Agustín

Dedicado al poeta guayaquileño Medardo Ángel Silva autor del poema "El alma en los labios" es un hermoso parque donde podrás tomar un tiempo para refrescarte en tu visita a Guyaquil.

¿Qué debes saber?

  • Dirección: Calle Luis Urdaneta y avenida Pedro Moncayo.
  • El parque que tiene en su parte central el monumento al poeta Medardo Ángel Silva, ofrece un entorno natural, brindado por un viejo árbol de Ceibo que se levanta imponente para dar sombra y acompañar la flora originaria del parque que tiene además otras especies, que sirven de morada a las decenas de palomas que se posan en la plaza.
  • También se distingue una pequeña pileta circular, situada bajo los árboles y rodeada de una colorida jardinera que se impone por su belleza natural.

Un poco de historia

  • A inicios del siglo XX, el parque fue conocido como Plaza 24 de Mayo como tributo a la Batalla del Pichincha que liberó a Quito del yugo español.
  • Como es costumbre en la historia guayaquileña, tuvo varias ubicaciones, antes de que en 1926 llegara al sitio actual, que antes se denominaba Barrio de la Soledad.
  • En se mismo año se cambió la denominación a Plaza San Agustín.
  • Sin embargo, años después al colocarse en dicho parque, el busto del poeta guayaquileño Medardo Ángel Silva, la barriada empezó a llamarlo Plaza Silva, pues el escritor era habitante de esa zona.
  • Hoy, el parque en que antiguamente se armaban carpas de circos o se hacían presentaciones musicales, y que en las fiestas de su Patrono San Agustín Señor de la Buena Esperanza, se ponían carruseles infantiles con caballos y se hacían retretas, luce renovado con cerramiento, bancas de hierro y modernas luminarias.

El alma en los labios

Cuando de nuestro amor la llama apasionada
dentro tu pecho amante contemple ya extinguida,
ya que solo por ti la vida me es amada,
el día en que me faltes, me arrancaré la vida.

Porque mi pensamiento, lleno de este cariño,
que en una hora feliz me hiciera esclavo tuyo.
Lejos de tus pupilas es triste como un niño
que se duerme, soñando en tu acento de arrullo.

Para envolverte en besos quisiera ser el viento
y quisiera ser todo lo que tu mano toca;
ser tu sonrisa, ser hasta tu mismo aliento
para poder estar más cerca de tu boca.

Vivo de tu palabra y eternamente espero
llamarte mía como quien espera un tesoro.
lejos de ti comprendo lo mucho que te quiero
y, besando tus cartas, ingenuamente lloro.

Perdona que no tenga palabras con que pueda
decirte la inefable pasión que me devora;
para expresar mi amor solamente me queda
rasgarme el pecho, Amada, y en tus manos de seda
¡dejar mi palpitante corazón que te adora!

Baladas, reminiscencias y otros poemas, 1916-1917

Medardo Ángel Silva

 

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