Canastos de carrizo
En el caserío La Rabija, parroquia García Moreno del cantón Pelileo, de Tungurahua, la artesana Rosa Paredes, de 57 años, recuerda que al cumplir 17 aprendió a elaborar los canastos de carrizo.
Estos artículos los teje con sus manos, que más que arrugas por el paso de los años tienen las marcas del trabajo que no ha parado de realizar desde hace 40 años, pero la nostalgia le invade al relatar que en la actualidad este producto ya no es tan solicitado por las amas de casa como era en el pasado.
Largo proceso
Sin embargo, tejer un canasto de carrizo implica un proceso largo y complejo que empieza con la recolección de la materia prima en las zonas alejadas de la ciudad, donde existe mucha vegetación.
Rosa indica que el carrizo debe estar limpio de irregularidades, para luego rajarlo en tiras con la ayuda de una cuchilla.
Una vez cortadas y retiradas, las astillas son machacadas sobre una piedra plana con la ayuda de otra, cuya forma es redonda. Esta tarea flexibiliza el material y lo hace más manejable a las manos, cuenta Juan Manuel Guato, esposo de Rosa, quien ayuda a preparar el material para la elaboración del canasto.
El trabajo finaliza con el trenzado del arco (asa) de la canasta, que es reforzado con una vara larga y gruesa para soportar el peso de los objetos a cargarse.
Compras
Antes de la masificación de las fundas, los canastos de carrizo eran usados para realizar las compras en los mercados.
Origen
El carrizo proviene de una caña que era usada para techar viviendas y cercas.
Precio
El precio de los canastos van desde $1.50
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