Cristina Morrison

Afirma que se debe definir lo que se quiere hacer y tener pasión para ello. Hay que ser perseverante, evitar el miedo, hacerlo con disciplina, creer en uno mismo y prepararse.

Un estilo peculiar de sentir el Jazz

La casa de Cristina Morrison, ubicada en Guápulo, es la de una artista. Solo personas tan sensibles como ella pueden poner un ambiente tan acogedor a un lugar de muebles antiguos y sobrios, que transportan a siglos pasados. La vista de Quito desde sus ventanas, es un privilegio, tanto como oírla cantar o ver uno de sus cuadros que decoran la sala. En este, su escenario, la 'Baronesa del Jazz' nos cuenta su vida, sus éxitos profesionales y sus logros.

¿Cómo se inició en la música?

Mí primer amor fue el piano, pero no seguí estudiando este instrumento. Este es uno de los más grandes arrepentimientos que tengo, pues el piano es bellísimo. A los 15 años, empecé a cantar en una banda de covers de rock y, más adelante, me fui a estudiar actuación en Estados Unidos. La música entraba y salía de mí vida artística.

¿Qué pasó después, volvió al país?

A los 26 años, que regresé a Ecuador, conformé la banda La Baronesa y Sus Amantes, junto a Héctor Napolitano, Christian Hidrobo y Ángel Cobo. Es ahí cuando la música tuvo más presencia en mí vida artística, pues comenzamos a hacer jazz y blues. Me enganché con estos géneros y me gustó, aunque también me encanta el rock, el pop, entre otros.

¿Las letras las escribe usted?

Yo escribo las letras siempre con la colaboración de un compositor, ya que no sé escribir música; por tanto, necesito trabajar con alguien. Quien me ayuda sabe lo que me gusta y, gracias a ello, hemos podido complementarnos y crear un estilo ecléctico, que mezcla un conjunto de géneros que parten del jazz. Más adelante, cuando me fui a vivir a Nueva York, la música tuvo un repunte, pues lancé mí disco con letras originales (como cantautora). Hablo inglés, español e italiano, y canto en los tres idiomas.

En lo referente a la actuación, ¿qué papeles ha desempeñado?

He sido parre de elencos de teatro, televisión, serles, cine, documentales dramatizados, entre otros. Por ejemplo, en la época de oro de Ecuavisa, trabajé en Los Sangurimas (como María Julía) y en A la Costa (como asistente de dirección).

¿Por qué la conocen como La Baronesa?

Hice un documental dramatizado El Diablo en el Paraíso para RCTV de Caracas y es de allí donde surge mí apodo de 'La Baronesa', porque interpreté a ese personaje de las islas Galápagos. Es el nombre que me identifica. Incluso mí segundo disco se llama así y está dedicado a la gente del archipiélago. Otro de mis papeles actorales fue el que interpreté en la película de Ecuavisa Sé que vienen a matarme, que narra la historia de Gabriel García Moreno.

¿Qué pasó más adelante?

Hice algunas películas en la época en la que Ecuavisa producía. Después, me involucré con el cine latinoamericano y con el de Ecuador. He sido parte de la película argentina Nadie nos mira, dirigida por Julia Solomonoff, quien vive en Nueva York y, por ello, la filmamos allá. Este filme ganó el premio al mejor actor en el Festival de Cine de Tríbeca 2016. Entre mis últimas películas ecuatorianas está Agujero Negro, de Diego Araujo, donde desempeño un rol secundarlo (la suegra) y también colaboré como productora ejecutiva.

¿Y su vida en Nueva York?

Me fui a vívír a Nueva York, porque creía que esta ciudad podría ser una buena plataforma, un buen lugar para crecer artísticamente. Y sí, desde que estoy allí, he producido mis tres discos y he obtenido dos nominaciones en The Independent Mu-sic Awards 2016, en las categorías de mejor álbum y mejor canción de jazz vocal. También gané un premio por actuación en teatro con la obra El invierno de abril, otorgado por Artistas de Teatro Independiente (ATI). En Nueva York aprendes mucho, compartes y te enfrentas a un público muy exigente.

¿El mes pasado lanzó un tercer disco?

Sí, el 15 de marzo en Ecuador Jazz. Se llama Impredecible, voces de mujer. Es un álbum con interpretaciones de duetos femeninos latinoamericanos; las canciones son clásicas: boleros, pasillos, música brasileña, etc., pero en versiones contemporáneas, frescas y con un toque de jazz. He vuelto a mis raíces latinas y, por ello, todas las canciones son en español. Quise hacer un tributo y es mí primer disco con temas que no son míos. Cuento con invitadas como Mire-la Cesa, Consuelo Vargas, Magos Herrera, Bárbara Mendes, entre otras. Parte de las ventas se destinará a la ONG Plan Internacional, que trabaja a favor de la infancia. Mis otros dos discos son: I Love (2012) y Baronesa (2015).

¿Las islas Galápagos son un pilar en su vida?

Tengo dos hijos. El primero tiene padre argentino, el segundo, uno catalán, quien vive en Galápagos. Cuando empecé a filmar el documental de La Baronesa, frecuentaba mucho las islas y ahí me enamoré del padre de mí segundo hijo, Joaquín. Viví allá seis años, tengo una casa y visitó el lugar con frecuencia. Es allí donde comencé a escribir mis canciones, porque es un espacio de silencio y naturaleza.

¿Es parte de un programa educativo en beneficio de las islas?

La fundación se llama Tínkuy y el programa, Arte Educarte, que lo maneja mí prima María Consuelo Tohme. Los artistas, que tienen vocación de profesores, trabajan junto a maestros de colegios públicos y los alumnos aprenden el pénsum escolar mediante el arte. Soy la madrina del programa en la isla Isabela.

¿Cómo es Cristina mamá?

Mis hijos viven conmigo en Nueva York y tenemos una relación estrecha, llena de confianza. Me dicen que soy una mamá muy cool. Viajamos, nos vamos de aventura, nos reímos. Les encanta la música, sobre todo al mayor; el menor es muy buen comediante e improvisador, tiene un gran talento y me va a matar sí se entera que lo conté (risas). Ninguno de los dos quiere incursionar en el arte.

 




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