Nono - Una muestra de campo en los Andes


Salir al campo… todos tenemos una imagen la cual usualmente corresponde al lugar donde íbamos a disfrutar de la naturaleza. Ese lugar con cultivos que cambiaban de color según el momento de la cosecha, caminos de tierra en los que nos enlodábamos enteros, con madrugadas para llegar temprano al ordeño, anécdotas que fueron marcando las vacaciones de cuando éramos niños.
Aunque hoy en día el monocultivo y la producción en masa se fueron ganando el paisaje rural, ese recuerdo aún está vivo en Nono. Es un pequeño y pintoresco pueblo de menos de dos mil habitantes a tan solo 30 minutos al oeste de Quito. La accidentada topografía de los Andes ha protegido el suelo a través de pendientes empinadas que aún conservan bosques primarios y vegetación nativa. Esto ha creado un corredor ecológico que protege a un ecosistema saludable y conecta la cumbre del volcán Pichincha con bosques subtropicales.
Durante siglos, la parroquia Nono fue la puerta de conexión de las culturas del noroccidente y los pueblos en la capital. Desde que llegas allí, te encuentras con la paz de la vida rural. Está rodeado de grandes haciendas, que aún representan el 40% de la parroquia. Por eso, adentrarte en los bosques nativos o cualquier sendero entre cultivos, implica meterte en propiedad privada.
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