Maestra del saber del café

Un lugar lleno de encanto y belleza natural, para su propietaria el cariño con las plantas es la esencia de una buena vida.

Doña Mariana Hidalgo

Mi relación con las plantas es una relación de ida y vuelta. Hace algunas décadas, consecuencia de una enfermedad que se complicó, mi doctor me recomendó vivir lejos de Quito, en un ambiente más cálido y de menor altura. Su recomendación vino acompañada de recetas que incluían infusiones de algunas plantas. Fue así como llegue a la tierra de mis padres, Tumbaco, aquí decidí con mis hijos asentarme para vivir la última etapa de mi vida.

Cansada de comprar las plantas medicinales, empecé a cultivarlas y rápidamente observé como en mi nació un talento que no conocía. La gente se admiraba al ver en mi huerta naranjas, plátanos, cañas, riéndose me decían, ya solo falta que siembres café.

Y lo hice y mientras pasaban algunas décadas empecé a estudiar los diferentes usos de cada planta, las más viejas de mi pueblo compartieron conmigo sus saberes, y yo por mi parte pase de cultivar a usar las plantitas para así comprobar su eficacia. Hoy les pregunto a los turistas que les duele, que enfermedad padecen y a todos les presento alguna amiga plantita que gustosa esta lista para servirles.

En nuestro centro cultural hemos formado una familia, con orgullo le cuento que somos un matriarcado de emprendedoras, que unimos esfuerzos, ideas, que trabajamos en equipo para ayudarnos a mantener los saberes de nuestra tierra, que soñamos cada día en cumplir nuestra meta, que es muy simple: compartir lo que sabemos.

A mi edad, convertirme en la abuelita de los turistas, guiarlos y mirar el asombro de sus rostros cuando por primera vez ven un fruto colgado de una planta, ver sus reacciones cuando aspiran el aroma de una rosa o ver su sonrisa cuando prueban mi café tumbaqueño, es la mejor recompensa que puedo recibir, ahora ya se para que Dios me dio esta “buena mano” con las que cuido a mis plantitas.




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