Enamorándose de los sabores de Quito

Un extranjero que visita por primera vez nuestra amada ciudad de Quito, se queda enamorado de todos sus encantos, como cuando uno se enamora de una dama.

Un lugar para enamorarse

Un extranjero que visita por primera vez nuestra amada ciudad de Quito, se queda enamorado de todos sus encantos, como cuando uno se enamora de una dama. Muchas formas de amor, no sólo de parejas, amor a Dios, al prójimo, al arte, a la buena comida, porque se dice que si se cocina con amor el resultado es diferente.

Pero claro, como buen caballero amor a una mujer es sentir cada letra de su palabra, una mujer con la que uno quede encantado por sus cualidades físicas únicas, que sumado a su inteligencia y valentía la harán un amor inolvidable.

Mi ciudad es digna de amarla, tiene todas esas cualidades: belleza única y tan luchadora como ninguna así es Quito. Cuenta con lugares mágicos, gente que tiene calidez y sobre todo talentosa. Para no perderse esos detalles hay que caminar despacio y muy atento pero con "cuidado" de infinidad de elementos en cada calle en cada casa y en cada puerta.

Y recorriendo, como siempre mi ciudad, encontré un lugar que tiene su encanto propio justo como uno necesita: con historia, con arte, buen gusto, buena comida y buen trato en medio de un cotidiano día.

Una cafetería, museo, una cava, restaurante 4 en uno, pues sí, si existe y es San Ignacio un lugar donde aún se puede conversar con sus dueños cálidamente, sin regresar a ver al reloj, porque se sien-ten tan orgullosos de lo que han logrado, que la pasión con la que cuentan cada detalle de su restaurante hace que me intrigue degustar su comida.

Don Ricardo y su esposa, la Chef Rocío Guerrón, me cuentan que San Ignacio Restaurante es un emprendimiento familiar que nace en el 2011, en una de las edificaciones más importantes del centro histórico de Quito la "casa museo María Augusta Urrutia", ubicados en el corazón del centro histórico en la Calle García Moreno N2-60 y Sucre.

Nace con la misión de revalorizar las tradiciones gastronómicas de Quito y el Ecuador, con recetas familiares que se han transmitido de generación en generación, presentándolas en forma creativa, y creando una experiencia agradable.

La pasión por la gastronomía nacional, les ha permitido que ganar premios por varios años, en la elaboración de la cola-da morada y la fanesca. Y claro por qué no, hacen fusiones de platos de la costa y la sierra, como el locro de mariscos y lomo montubio. El 60% de sus clientes son turistas extranjeros que disfrutan de nuestra gastronomía Quiteña

El nombre San Ignacio, se debe a San Ignacio de Loyola, quien antes de su con-versión, como un buen militar era amante de la buena cocina y del vino.

Una terraza turística, que se ha convertido en un atractivo, porque se puede disfrutar de un buen café, picada o plato fuerte con un escenario hermoso como es el centro de Quito y aporta para el ornato de la calle.

Una cafetería con productos y bebidas tradicionales (café, ponche, morocho, tamales empanadas) y la bebida tradicional, colada de máchica. Servido en un salón principal, que guarda el encanto del lujo, que eran los salones del siglo pasado en las casas del Centro, para disfrutar de lo mejor de la cocina nacional (cariucho, caldo de patas, locro, ceviches etc.)

Una cava de vinos, ambientada a la época de los años 30s, con la generación de los poetas decapitados como Medardo Ángel Silva y otros latinoamericanos. Cuando se ingresa a la cava, es como transportarse en el tiempo para disfrutar de un buen vino con grata compañía, con buenas picadas y música en vivo.

ABRA BIEN LOS OJOS.... Para Visitar el Restaurante debe abrir bien sus ojos y sus sentidos para, desde la entrada, observar el detalle de sus jardineras, tipo Europeo, que sutilmente han sido colocadas para no alterar las características propias de las calles de nuestro centro histórico.

Resalta la pintura interna, plenamente lograda, con el detalle del gato queriendo atrapar al gallo de la Catedral y sobre todo las plantas y ramajes desbordándose de cada ventanal, de cada balcón, como pidiendo ser protagonistas de la belleza de cada casa de nuestro Quito, luego un gran mural, hecho con pan de oro, como para no desentonar con nuestras iglesias.

Y claro, la atención personalizada de sus dueños, que desde que uno llega le motivan a sentirse como en casa, aquí se pone de manifiesto lo que tanto he dicho "la amabilidad no tiene su efecto sin la calidez".

8 años de una propuesta diferente, un cálido ambiente colonial, con la gastronomía que invade el olfato y que llena nuestra mente de expectativas, estas que luego serán saciadas con una carta llena de atrevidos platos quiteños como evocando la cotidiana vida de los habitantes citadinos.

En resumen amor al arte, a la buena comida al buen café y con el amor de su vida un gran detalle como para traicionarle al teléfono que a muchos nos tiene aislados...




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