Un ritual ancestral en el Mercado San Francisco

El Mercado municipal San Francisco en Quito, el primer mercado con un enfoque turístico

Mercado San Francisco

Después del sol intenso y del ‘esfuerzo’ que implica subir por la empinada Rocafuerte, desde el Arco de la Reina, llegué al Mercado San Francisco. Entré. Una placa con el año 1893 me recordó el año en el que fue inaugurado este centro de abastos, el primero en Quito. Ahora, más de un siglo después, es el primer mercado con vocación turística de la ciudad. San Francisco fue y es pionero.

Me interné por el primer pasillo. A mi costado derecho mi mirada ubicó los nueve puestos de Medicina Ancestral. Desde los portales, varias mujeres hacían alarde de sus habilidades “caserita, yo hago el mejor baño de florecimiento”, “¿necesita una limpia?”; “¿quiere un jabón de la suerte?”. Recordé que siempre he creído que hay lugares que no necesitan invitación y este es el caso.

Encontré a Emperatriz García sentada junto a una estantería improvisada en la que organiza las hojas que usa en sus rituales. El olor de la manzanilla y la menta flotaba en el aire en la pequeña habitación, en donde también había hojas de alcachofa, hierba de ángel, marco, borraja, ruda, ortiga, sauco.

“Soy la tercera generación en ejercer este oficio”, me dijo Emperatriz dejando a un lado la lavacara en la que hacía el chagrillo (mezcla de pétalos de flores) para los baños, mientras se ponía de pie para recibir a una familia que requería sus servicios. El espanto, el mal de ojo, el mal aire, las energías negativas y hasta el estrés son algunos de los males que Emperatriz cura a través de sus manos y plegarias a la Santísima Trinidad.

“Sacasales”, “Macumba”, “Señor de la Justicia”, “Llama clientes”, “Estudiante”, “Contra hechizo” y el popular “Sígueme, sígueme”, son algunos de los nombres de los jabones y colonias de la vitrina del local que garantizan la salud, el dinero y el amor. Colores intensos, imágenes sugestivas e ingeniosos nombres son una buena fórmula para convencer, o al menos llamar la atención de personas incrédulas como yo.

Una madre que llevaba a su hijo en brazos esperaba ser atendida por la curandera. Con solo verlo, aseguró su diagnóstico: mal de ojo. “Yo sé que es eso porque tiene el ojo chiquito y lagrimea”. Tomó varios puñados de chagrillo y los dispuso en el cuerpo del niño, al tiempo que lo roció con colonia de narciso. Ese aroma llenó la habitación y traspasó fronteras cotidianas, despertó mis recuerdos...

Finalmente rodeó el cuello del infante con un collar de “chímbalos” para protegerlo.

Para un ‘tratamiento’ más efectivo, se debe sugiere recibir una ‘limpia’ los días martes y viernes, que según las ‘caseras’  son días santos.

Esta experiencia me conectó con la esencia de la ciudad, con su patrimonio intangible. Emperatriz es tan solo una de varias curanderas, artesanas y hacedores que demuestran que la preservación de estos oficios más que un reto, es un prodigio. Esta es, sin duda, una vivencia que todo quiteño, chagra y turista debe experimentar en Quito.

Lugar: Mercado San Francisco (Vicente Rocafuerte y Chimborazo)

 




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